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sábado, 22 de diciembre de 2012

Papel madera


Él ha muerto...

La Smith & Weeson calibre 38 está cargada, envuelta en papel madera, debajo de la cama, esperando.
Afuera, el ruido de las detonaciones sucesivas, simultáneas, yuxtapuestas. El grito de la gente sobre el estruendo de las bombas. Las luces que atraviesan el cielo con su brillo de diamante. Constelaciones efímeras se forman y deforman en fracciones de segundos. Los niños corren de un lado a otro tratando de vivir ese instante como si fuera el último. Los perros se esconden debajo de las camas.
La Smith & Weeson calibre 38 espera envuelta en papel madera. Romper el papel, rasgar el papel...
El olor a pólvora, agrio, regurgita en la garganta.

El ha muerto, pero ellos desean resucitarlo éste año una vez más. Y este año ha muerto definitivamente. ¿Lo ha matado un deshollinador de chimeneas, una desilusión, quizás la tristeza? Probablemente la vejez. Y que lloren los chicos. Algún día serán grandes y dejarán de hacerlo.

Hay un árbol incandescente que no acaba de consumirse. Cómo deseo sus cenizas. Lo encendió la mano de algún idiota bienintencionado. Se prende y se apaga, se prende y se apaga. Rasgar el papel, acariciar el metal frío... se prende y se apaga, se prende y se apaga. El más borracho dice la frase más inteligente de la noche. Las botellas son abiertas y la espuma se derrama sobre el mantel. Las copas chocan sin llegar a romperse. ...como un papel, frágiles como un papel...
Los villancicos suenan tristes, cada vez más. Es que esta vez, ¿falta alguien..? Son días en los que por más que llenemos los vasos, sólo veremos la parte vacía.
...la apología de la ausencia.
Pero las copas son vueltas a llenar. Hay que tapar los vacíos, atiborrarse de comida como
si fuera el último día antes de la guerra de los 365 días.

Es tiempo de Navidad, y Santa Claus está muerto. Está muerto a la vuelta de la esquina. Yo lo maté con una puñalada certera. Duele en mi corazón. Fue tan difícil, pero tan rápido... Cuando enterré el puñal me miró a los ojos, y en los suyos pude ver a un niño correr contra el viento que lo iba despojando de su niñez. Un viento negro que se lleva de una vez y para siempre la inocencia, la locura, la risa fácil y los castillos de arena a orillas del mar. El niño tropieza con el primer gran dolor y ya es un hombre. Vuelve la vista atrás y sólo encuentra tierra arrasada. Se pregunta quién es. Tiene un paquete entre sus manos, verde, rojo y amarillo y no sabe qué hacer. Los demás abren sus paquetes en un festival de papeles rotos. Verde, rojo y amarillo, como las luces en el cielo... De un rápido tirón rasga el verde el rojo y el amarillo, en sus manos queda al descubierto su regalo, un paquete pequeño envuelto en papel madera...

Cuando retiré el puñal, Santa Claus me miró a los ojos y me dijo: " ¿...estás sangrando? ".



                                  Michelle
                                                                                                                       Papá




Autor: Cristian Crucianelli

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