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jueves, 19 de julio de 2012

Tauromaquia


La noche no me responde y el cielo ya no desea cobijarme. Hay una ausencia que habita el mundo y como ausencia me llama. Camino por las calles, cargadas de hojas sólo donde pisan mis pasos, como si el otoño se empecinara en apabullarme de tristeza. Nadie me mira... es más, creo que no hay nadie. El silencio es de plomo, es azul, es hermoso, pero pesa como el aire apretado de la soledad. Yo camino... A los costados, altos carteles de publicidad se ríen de mí. Soy el estúpido que lo perdió todo, el que se quedó solo por perseguir una búsqueda que merece irle detrás. Pero el amor se empecina, nada a través de las lágrimas; corre, se arroja, sucumbe, emerge en la marejada… y boga hacia tu costa. Una luz guía su deseo, aun a parpados cerrados. No se sienta a pensar una calculada venganza. Prefiere el mareo de una diestra verónica y la filosa amenaza del cuerno del toro… y si la herida es profunda, profunda será la cicatriz que lo marque. Pero ese será el sello de mi amor, mi niña, y no el de la vergüenza de un cobarde sablazo en el corazón de una bestia hace tiempo malherida.


Autor: Cristian Crucianelli






1 comentario:

  1. "Nadie me mira... es más, creo que no hay nadie", decías. Ahora te están mirando muchos. Y adivino que pronto te verán los ojos de una hermosa niña. El amor siempre vence.

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